viernes, 2 de noviembre de 2012

Adivina, adivinador...

A los chicos les encantan, palabras hacen rimar, son divertidas y nos hacen pensar, qué es?
Sí!! Las adivinanzas!!
Siempre son un recurso sumamente rico para utilizar en la sala y trabajar diferentes aspectos del lenguaje.
Por eso hoy les quisimos acercar un sitio web que ofrece una gran cantidad y variedad de adivinanzas, clasificadas por tema y ordenadas alfabeticamente. Las hay de animales, alimentos, naturaleza, oficios y ropa, entre muchas más, así que ahora, a divertirse adivinando y seleccionando las que más les gusten.
 

jueves, 1 de noviembre de 2012

Jugando los juegos que jugaba la Seño

Quién no jugó alguna vez a vestir muñecos de papel? No era divertido? A nosotras nos encantaba, por eso quisimos proponerles llevar esta idea a la sala, para jugar con los chicos, o quizás para regalárselos en alguna oportunidad para que jueguen con sus familias. Pueden simplemente pegarlos sobre cartulina, carton u otro material que les dé cuerpo, plastificarlos, colocarles imán para que se adhieran, o utilizarlos como más les guste.

Hay modelos clásicos:

 
 

Modelos para pintar:

 
 
 

 
Y modelos con personajes conocidos por todos:








La mona Jacinta de María Elena Walsh

Hoy les ofrecemos una poesía, que también fue convertida en canción y puede ofrecernos una infinidad de posibilidades para trabajar con los chicos.


"La mona Jacinta" de María Elena Walsh

 
La mona Jacinta
se ha puesto una cinta.
Se peina, se peina,
y quiere ser reina.
¡Ay no te rías
de sus monerías!
Mas la pobre mona
no tiene corona.
Tiene una galera
con hojas de higuera.
Un loro bandido
le vende un vestido,
un manto de pluma
y un collar de espuma.
Al verse en la fuente
dice alegremente:
--¡Qué mona preciosa,
parece una rosa!
Levanta un castillo
de un solo ladrillo:
rodeado de flores
y sapos cantores.
La mona cocina
con leche y harina,
prepara la sopa
y tiende la ropa.
Su marido mono
se sienta en el trono.
Sus hijas monitas
en cuatro sillitas.
¡Ay no te rías
de sus monerías!
 
 

martes, 30 de octubre de 2012

Cocinando también se aprende

Hay quienes aún no se animan a incluir la cocina en la sala, pero quienes ya lo hicieron, aseguran que cocinar favorece el lenguaje y la lectoescritura, se utilizan conocimientos de matemática para contar, medir, y seguir las direcciones paso a paso. La ciencia aparece cuando los niños ven a los alimentos cambiar de estado físico y también aprenden sobre temperaturas, flotación, estados del agua y mezclas, entre otras cosas. Además, se practican habilidades sociales mientras los chicos trabajan juntos en la preparación de las comidas, respetando turnos y resolviendo problemas, y se ponen en práctica hábitos de higiene y orden.
Por este motivo, nosotras queremos aportar nuestro granito de arena y elegimos compartir con ustedes una receta muy fácil, que consideramos podría ser ideal para comenzar a cocinar con los niños en la sala. A animarse!!



TRUFAS
 
Ingredientes

*Dos paquetes de vainillas
*Un pote grande de dulce de leche repostero
*Coco rallado, granas de colores y/o cacao en polvo para decorar, cantidad necesaria

Preparación
 
*Lavarse muy bien las manos y desmenuzar las vainillas en un bol hasta transformarlas en miguitas.
*Agregar el dulce de leche y, con una cuchara, mezclar muy bien hasta obtener una pasta homogénea.
*Con una cuchara de té, tomar porciones y formar bolitas con las palmas de las manos. Disponerlas en una fuente.
*En un plato hondo colocar el coco rallado, las granas o el cacao y “rebozar” las trufas. (También se puede poner tres platos, uno con cada ingrediente, y hacer trufas con decorados surtidos).
*Llevar a la heladera un rato antes de servir.


 

El portal de la Educación Inicial

Hoy les queremos recomendar un sitio sumamente interesante

http://www.educacioninicial.com/ei/index.asp

En él encontrarán una enorme cantidad de recursos, ideas, artículos, novedades, información acerca de capacitaciones y muchísimo más para el Nivel Inicial, no solo de la Argentina, sino también de otros países.
Así que los invitamos a recorrerlo y a que después nos cuenten qué les pareció.

Cuentos de sillón

Esta vez les ofrecemos una nueva opción para el momento del cuento, una manera diferente de que los chicos, y por qué no la seño también, disfruten de la narración de una linda historia.

"Mi hermano y la guerra del pis" de María Inés Falconi



Si quieren encontrar más videos como éste, no duden en visitar este link:

http://conectate.gov.ar/educar-portal-video-web/module/detalleRecurso/DetalleRecurso.do?tipoEmisionId=4&modulo=menu&canalId=2&idRecurso=108632

Sapo verde de Graciela Montes


Humberto estaba muy triste entre los yuyos del charco.
Ni ganas de saltar tenía. Y es que le habían contado que las mariposas del Jazmín de Enfrente andaban diciendo que él era sapo feúcho, feísimo y refeo.
—Feúcho puede ser —dijo, mirándose en el agua oscura—, pero tanto como refeo... Para mí que exageran... Los ojos un poquitito saltones, eso sí. La piel un poco gruesa, eso también. Pero ¡qué sonrisa!
Y después de mirarse un rato le comentó a una mosca curiosa pero prudente que andaba dándole vueltas sin acercarse demasiado:
—Lo que a mí me faltan son colores. ¿No te parece? Verde, verde, todo verde. Porque pensándolo bien, si tuviese colores sería igualito, igualito a las mariposas.
La mosca, por las dudas, no hizo ningún comentario.
Y Humberto se puso la boina y salió corriendo a buscar colores al Almacén de los Bichos.
Timoteo, uno de los ratones más atentos que se vieron nunca, lo recibió, como siempre, con muchas palabras:
—¿Qué lo trae por aquí, Humberto? ¿Anda buscando fosforitos para cantar de noche? A propósito, tengo una boina a cuadros que le va a venir de perlas.
—Nada de eso, Timoteo. Ando necesitando colores.
—¿Piensa pintar la casa?
—Usted ni se imagina, Timoteo, ni se imagina.
Y Humberto se llevó el azul, el amarillo, el colorado, el fucsia y el anaranjado. El verde no, porque ¿para qué puede querer más verde un sapo verde?


En cuanto llegó al charco se sacó la boina, se preparó un pincel con pastos secos y empezó: una pata azul, la otra anaranjada, una mancha amarilla en la cabeza, una estrellita colorada en el lomo, el buche fucsia. Cada tanto se echaba una ojeadita en el espejo del charco.
Cuando terminó tenía más colorinches que la más pintona de las mariposas. Y entonces sí que se puso contento el sapo Humberto: no le quedaba ni un cachito de verde. ¡Igualito a las mariposas!
Tan alegre estaba y tanto saltó que las mariposas del Jazmín lo vieron y se vinieron en bandada para el charco.
—Más que refeo. ¡Refeísimo! —dijo una de pintitas azules, tapándose los ojos con las patas.
—¡Feón! ¡Contrafeo al resto! —terminó otra, sacudiendo las antenas con las carcajadas.
—Además de sapo, y feo, mal vestido —dijo una de negro, muy elegante.
—Lo único que falta es que quiera volar —se burló otra desde el aire.
¡Pobre Humberto! Y él que estaba tan contento con su corbatita fucsia.
Tanta vergüenza sintió que se tiró al charco para esconderse, y se quedó un rato largo en el fondo, mirando cómo el agua le borraba los colores.
Cuando salió todo verde, como siempre, todavía estaban las mariposas riéndose como locas.
—¡Sa-po verde! ¡Sa-po verde!
La que no se le paraba en la cabeza le hacía cosquillas en las patas.
Pero en eso pasó una calandria, una calandria lindísima, linda con ganas, tan requetelinda, que las mariposas se callaron para mirarla revolotearentre los yuyos.
Al ver el charco bajó para tomar un poco de agua y peinarse las plumas con el pico, y lo vio a Humberto en la orilla, verde, tristón y solo. Entonces dijo en voz bien alta:
—¡Qué sapo tan buen mozo! ¡Y qué bien le sienta el verde!
Humberto le dio las gracias con su sonrisa gigante de sapo y las mariposas del Jazmín perdieron los colores de pura vergüenza, y así anduvieron, caiduchas y transparentes, todo el verano.